viernes, 13 de marzo de 2009

un monumento para la humanidad


Stonehenge surgió de una rica tradición de estructuras igual de enigmáticas. Los henges (bancales circulares de tierra colocados en paralelo mediante un foso interno), los terraplenes y montículos de tierra, las estructuras circulares de madera, los monolitos y los círculos y herraduras de piedra fueron comunes a lo largo del Neolítico en la actual Gran Bretaña y en partes de la Europa continental. En distintas etapas de su evolución, Stonehenge reflejó muchas de estas tradiciones. Lo más probable es que las primeras rocas estructurales de Stonehenge de las que se tiene certeza, las doleritas azuladas, que se transportaron por flotación, y luego fueron arrastradas y acarreadas desde Gales, llegaron al sitio en otra época antes del año 2 500 a. C. Siguieron las rocas areniscas gigantes, que llenan el monumento, el cual en algún momento se comunicaba con el río Avon por una avenida. Por consiguiente, Stonehenge, es el punto culminante de una evolución dinámica; los terraplenes construidos rápidamente en las praderas, anteriores a la Edad de Piedra, quizá encerraban creencias distintas a las del monumento posterior de piedra al que se relacionaba estrechamente con el agua. No es fácil descifrar el plano original del monumento que se yergue junto a los círculos que se vinieron abajo. Resulta más sencillo imaginar las acciones que estaban detrás de ello: la planificación y la ingeniería; la diplomacia necesaria para negociar el transporte de las piedras por distintos territorios; las maniobras para suministrar la mano de obra; la habilidad para engatusar, inspirar u obligar a hombres sanos a abandonar sus animales, sus campos y sus tierras de caza, en suma, los muchos actos humanos necesarios que seguimos reconociendo, aunque sabemos poco sobre quiénes eran estos primeros britanos, cómo estaban organizados o qué lengua hablaban.

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